Los católicos se reúnen regularmente en sus iglesias locales para recibir la Eucaristía. Esperan con anticipación a que el sacerdote "diga misa", porque al pronunciar las palabras de la consagración, los católicos creen que el pan y el vino se convierten milagrosamente en la carne y la sangre de Jesucristo. Esto se llama Transubstanciación. Creen que la sustancia misma de la Eucaristía se transforma literalmente en el cuerpo, la sangre, el alma y la divinidad de Jesucristo. Los católicos proceden entonces a comer y beber la Eucaristía como la esencia misma de la vida eterna.
Los católicos se arrodillan ante el sacerdote para que les ponga la Eucaristía en la boca. Ven el pan y no parece carne humana. Lo mastican en la boca y no sabe a carne humana. Ven el vino y no parece sangre. Se llevan unas gotas a la boca y no sabe a sangre. Tanto el pan como el vino son sustancialmente los mismos que antes de la Misa. ¿Qué hay del milagro de la Transubstanciación? A los católicos se les dice que ignoren sus sentidos y crean en la Eucaristía, aunque parezca y sepa a comida ordinaria. Esto es extraño, irrazonable, antinatural y antibíblico. No es así como funcionaban los milagros de Dios en la Biblia.
“Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis. Pero si las hago, aunque a mí no me creáis, creed a las obras; para que conozcáis y creáis que el Padre está en mí, y yo en Él.” - Jn 10:37-38
“Y yendo, predicad, diciendo: El reino de los cielos se ha acercado. Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios; de gracia recibisteis, dad de gracia.” – Mt. 10:7-8
Los milagros realizados por Jesucristo y los Apóstoles eran señales públicas que cualquiera y todos podían ver como evidencia innegable de que Jesucristo era el Hijo de Dios. ¡No tienes que ignorar tus sentidos para creer en los milagros! Tus sentidos deben confirmar que un milagro realmente ocurrió. Por el contrario, un acto que normalmente se llamaría Canibalismo entre los católicos es permitido por la sociedad sin ningun escándalo moral porque todo el mundo puede ver claramente que no se realizó ningún milagro para transformar sustancialmente el pan y el vino en carne y sangre. Dios no permite que se haga ningún milagro contrario a la Sagrada Escritura.
“sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de los muertos, ya no muere; la muerte ya no tiene dominio sobre Él.”
– Rom. 6:9
“y el que vivo, y estuve muerto; y he aquí que vivo para siempre, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del infierno.”
– Ap. 1:18
La doctrina de la Transubstanciación puede refutarse en cuatro palabras: ¡JESUCRISTO NO ESTÁ MUERTO! Al resucitar de entre los muertos hace 2.000 años, el Hijo de Dios está vivo para siempre. Según Romanos 6:9 y Apocalipsis 1:18, el Cuerpo Humano resucitado del Mesías no puede volver a estar muerto. Consecuentemente, los Sacerdotes del Catolicismo son impotentes para proveer la carne y sangre de un Cristo muerto para que los pecadores coman.
“Porque EL REINO DE DIOS no es comida ni bebida; sino justicia, y paz, y gozo en el Espíritu Santo.” – Rom. 14:17
La salvación en Jesucristo no puede reducirse a un trozo literal de carne y bebida. Estoy seguro que los Sacerdotes le contaron acerca de cómo Jesús dijo, "Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida". (Jn 6:55), pero están ignorando el hecho de que Él estaba hablando en sentido figurado y no literalmente. Esto es una peligrosa y equivocada interpretación. "¿No es la vida más que el alimento?" (Mt. 6:25). Los
Sacerdotes del catolicismo no poseen la autoridad para darte vida eterna a través de la Eucaristía como embajadores del Reino de Dios. Evidentemente, según Romanos 14:17, ¡EL REINO DE DIOS no se manifiesta en la carne ni en la bebida! Más bien, se manifiesta espiritualmente a través de la poderosa obra del Espíritu Santo en una experiencia de nuevo nacimiento donde los pecadores son liberados de sus pecados (Jn. 3:3, 5, 2 Co. 5:17, Lc. 17:21).
Sacerdotes del catolicismo no poseen la autoridad para darte vida eterna a través de la Eucaristía como embajadores del Reino de Dios. Evidentemente, según Romanos 14:17, ¡EL REINO DE DIOS no se manifiesta en la carne ni en la bebida! Más bien, se manifiesta espiritualmente a través de la poderosa obra del Espíritu Santo en una experiencia de nuevo nacimiento donde los pecadores son liberados de sus pecados (Jn. 3:3, 5, 2 Co. 5:17, Lc. 17:21).
“No seáis llevados de acá para allá por doctrinas diversas y extrañas; porque buena cosa es afirmar el corazón con la gracia, no con carnes, que nunca aprovecharon a los que se han ocupado en ellas.” – Heb. 13:9
La Eucaristía es central en el catolicismo romano. Los católicos mundialmente giran y orbitan en torno a la Eucaristía. En consecuencia, constantemente se presta mucha atención a las carnes y bebidas de la Eucaristía. Mientras tanto, los que están ocupados con estas obras supersticiosas no se benefician. Es hora de que comprendas las doctrinas de la gracia según la Biblia (Ef. 2:8-9) ¡La salvación en Jesucristo no puede reducirse a un ritual de carnes y bebidas! Ni tu unión espiritual con Cristo debe quedar aislada a un trozo de pan que queda relegado en manos de Sacerdotes corruptibles. Esto pone el poder del perdón divino en manos del Clero. Llamarles "Padre" no les hace aptos ni dignos de confianza para ocupar el lugar de Dios en una administración de alimentos para la salvación de tu alma.
“Y no llaméis vuestro padre a nadie en la tierra; porque uno es vuestro Padre, el que está en el cielo. Ni seáis llamados maestros; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo.” – Mt. 23:9-10
Los sacerdotes del catolicismo romano están siendo ilegalmente exaltados con el título, "Padre", haciendo que los católicos regulares se sientan bajos e inferiores en presencia del Sacerdocio. No se debe permitir que los hombres tengan "dominio sobre vuestra fe" (2 Co. 1:24) ¡Su salvación no depende de su fe en la Misa! Tu salvación depende de tu fe en el Evangelio de Jesucristo. "Porque hay un solo Dios, y un solo Mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre; el cual se dio a sí mismo en rescate por todos, para dar testimonio a su debido tiempo.” (1 Tm. 2:5-6).