Más Sabio Que Los Antiguos

 "... Baste ya, oh Jehová, quítame la vida;
pues no soy yo mejor que mis padres.  " ​- 1 Reyes 19: 4

Elías era un estudiante de Historia de la Iglesia.  Desde un lugar de profunda convicción, aspiraba a avanzar más allá de la hipocresía del status quo que prevalecía entre sus padres.  Sus normas de vida y piedad nacieron de las Sagradas Escrituras.  Por lo tanto, en un momento de crisis de debilidad, cuando Elías llegó a creer que le había fallado a Dios y sucumbió a la cobardía de los hipócritas, se lamentó: "... No soy yo mejor que mis padres" (1 Reyes 19: 4).

 ¿Te identificas?  ¡En efecto!  Las canas deberían hablar y los jóvenes deberían guardar silencio.  Estoy de acuerdo.  Las cabezas canosas deberían ser honradas y los jóvenes deberían presentar su respeto.  Los ancianos deben instruir y los niños deben escuchar con diligencia.  Sin embargo, en el proceso, sólo deje que Dios hable mientras toda carne permanezca en silencio (1 P. 4:11).  Solo permita que Dios tenga el honor y obtenga toda la gloria (1 Cor. 1:29).  Sólo que todos los padres terrenales se amolden a nuestro Padre Celestial (Rom. 12: 2).
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"Yo decía: Los días hablarán, y la muchedumbre de años declarará sabiduría. Ciertamente espíritu hay en el hombre, y la inspiración del Omnipotente le da entendimiento. No los grandes son los sabios, ni los viejos entienden el derecho."  - Job 32: 7-9
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Hoy en día, para que Dios sea honrado, los ancianos deben ser deshonrados.  Para que Dios sea escuchado, la jerarquía de autoridad del status quo debe romperse.  Esto resulta cierto para todas las estructuras de autoridad hechas por el hombre que prevalecen en la Iglesia, o aquellas que se imponen a la Iglesia.  En otras palabras, esto es cierto con nuestros padres y antepasados: los vivos y los muertos.  Porque, como suele ocurrir, cuando los hombres de renombre en la historia de la Iglesia alcanzan un cierto nivel de notoriedad y fama entre los creyentes, se convierten en "iconos".  El sentido de reverencia es tan fuerte que el estatus de estos hombres se inmortaliza de alguna manera con una gloria icónica.
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Estos son "los antiguos".  Un puñado de hombres de primer nivel redimidos por la gracia.  Llámalos calvinistas o arminianos, o como quieras.  Llámalos reformadores o puritanos;  a Dios no le importa.  Ellos hicieron un impacto en sus generaciones y ahora son los íconos de nuestra generación.  Los hombres creen que le están haciendo un servicio a Dios al grabar sus imágenes en piedra (Éxodo 20: 3-5).  No ven vergüenza en esto.  Los peregrinos llenos de alegría rinden homenaje y se van felices.  Se jactan de la experiencia y se imaginan que son más piadosos por haber hecho el viaje.

 Las faltas y errores de "los antiguos" están desacreditados o son prácticamente irrelevantes porque generalmente son desconocidos por la Iglesia.  Por lo tanto, la percepción común entre los creyentes es radicalmente exagerada.  Una cultura de intolerancia se espesa en el aire.  La regla tácita es que nadie debe atreverse a cruzar el consejo de "los antiguos", ni nadie debe criticar humildemente sus confesiones de fe.  Sin embargo, no se podría decir tanto del joven Eliú.
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"No haré ahora acepción de personas, ni usaré con hombre alguno de títulos lisonjeros. Porque no sé hablar lisonjas; de otra manera en breve mi Hacedor me consumiría."  - Job 32: 21-22
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Todos deberíamos aspirar a ser como nuestros padres y antepasados, solo en la medida en que sean como nuestro Padre Celestial.  Cualquier otra cosa equivale a una creciente cultura de la adulación en la Iglesia.  Una fiebre de idolatría está paralizando el Cuerpo de Cristo, y esto lo convierte en una Iglesia enferma en un mundo moribundo.  Las circunstancias no pueden ser más trágicas.  La Esposa de Cristo no se atrevería a pensar que podría ser más sabia que "los antiguos".  Su estimación de la gracia es muy pequeña (Efesios 3: 20-21) mientras que su confianza en las Escrituras disminuye año tras año (Hechos 20:32).  Sin embargo, no se puede decir mucho del joven David.
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"MEM. ¡Oh, cuánto amo yo tu ley! Todo el día es ella mi meditación. Me has hecho más sabio que mis enemigos con tus mandamientos; porque siempre están conmigo. Más que todos mis enseñadores he entendido; porque tus testimonios son mi meditación. Más que los viejos he entendido, porque he guardado tus mandamientos." Salmo 119: 97-100.
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David fue severamente oprimido mientras crecía en el Reino de Saúl.  Sin embargo, por la gracia de Dios, él no sucumbió a la presión acumulada sobre él por los descarriados y los transigentes, y nosotros tampoco deberíamos hacerlo.  El aliento de Dios ha registrado y preservado el jubileo de este adorador en el Salmo 119: 97-100, y haríamos bien en prestarle atención.  Incluso si es para consternación de los opresores de hoy en día que se sienten amenazados por nuestra confianza exclusiva y aparentemente radical en las Escrituras.
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"La tragedia de esta hora tardía es que tenemos demasiados hombres muertos en los púlpitos dando demasiados sermones muertos a demasiados muertos. ¡Oh, qué horror! Hay una cosa extraña que he visto" bajo el sol  , "incluso en los círculos fundamentalistas; es predicar sin unción. ¿Qué es unción? Apenas lo sé. Pero sé lo que no es (o al menos sé cuando no está en mi alma). Predicar sin unción mata en lugar de dar vida. El predicador sin unción es olor de muerte para muerte. La Palabra no vive a menos que la unción esté sobre el predicador. Predicador, con todo lo que obtengas, obtén la unción ".  - Leonard Ravenhill

 “La Salvación de América no depende de la Casa Blanca, depende de la Casa de Dios, y antes de que Dios haga algo, limpiará la Iglesia.  Cuando estuvo en la tierra, limpió el templo, cuando regrese limpiará el púlpito. El juicio debe comenzar en la Casa de Dios;  ¡el juicio debe comenzar con los predicadores!  Creo que la tarea más asombrosa del mundo esta noche no es ser el presidente de los Estados Unidos o el rey de un imperio, sino ser un hombre que se interpone entre un Dios viviente y un pueblo moribundo.  Me gustaría enviar un aviso a todos los diáconos de todas las iglesias en Estados Unidos: "Si su predicador no llora por la congregación, ¡llore por su predicador!" - Leonard Ravenhill